
Hugo Orlando Gatti, ex arquero emblemático del fútbol argentino, murió a los 80 años y dejó un legado imborrable en la historia del deporte mundial.
La triste noticia fue confirmada desde el hospital Pirovano, donde el ex futbolista permanecía internado en terapia intensiva desde hace más de dos meses.
“El Loco” se encontraba en coma farmacológico y fue diagnosticado con neumonía, insuficiencia cardíaca e insuficiencia renal. La hospitalización comenzó tras una fractura de cadera que derivó en una infección intrahospitalaria y un posterior agravamiento de su cuadro clínico. En las últimas horas, en medio del deterioro de su estado general, la leyenda del fútbol argentino murió.
Con su partida, las tardecitas de Buenos Aires perdieron ese que se yo. ¿Viste? La balada de Piazzolla y Ferrer, estuvo inspirada en otro loco, pero calzó a la medida perfecta de Hugo Orlando Gatti. Y ahora, que voló alto, justo él que decía que los buenos arqueros no necesitaban hacerlo, se hace más fuerte su impronta. El que supo darle felicidad al puesto más ingrato. El que sintió que cada partido debía ser una fiesta. El de la vincha y los buzos coloridos. El que logró ser ídolo incluso de aquellos pibes que no eran del cuadro donde él atajaba.
Aquel pibe criado en los campos de su Carlos Tejedor natal -llegó al mundo el 19 de agosto de 1944-, que se asombró apenas pisó la gran ciudad, llenando sus ojos de cada novedad que aparecía a su paso. La pensión que le asignó Atlanta para pasar los primeros tiempos lejos de los afectos, donde fueron fundamentales las manos amigas de Carlos Griguol y Luis Artime para contenerlo y no desanimarlo.
Siempre se sintió un artista. Su timidez le impedía el contacto fluido, incluso con sus compañeros, pero eso se transformaba cuando pisaba el vestuario, preparándose para la función de cada domingo, como el actor en su camarín. Allí se ponía el traje de luces, se ajustaba la vincha y como un inspirado acróbata saltaba a la cancha para hacer reír al público que, muchas veces, iba a verlo a él. El Loco mostraba todo su repertorio sobre el verde césped, como aquella icónica tapada que supo patentar, “la de Dios”, para proteger su arco en los mano a mano.